Pocos podrán imaginar la profunda emoción que embarga a mi alma, ante la satisfacción de volver a ver de cerca a tantos compañeros de los viejos tiempos, como a tantos compañeros nuevos, esa juventud maravillosa que, tomando nuestras banderas para bien de la patria, están decididos a llevarlas al triunfo.
También como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros de antes y de ahora, que dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política, nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es de paz y no de guerra. Vuelvo al país después de 18 años de exilio, producto de un revanchismo que no ha hecho sino perjudicar gravemente a la Nación. No seamos nosotros colaboradores de tan fatídica inspiración.
Nunca hemos sido tan fuertes. En consecuencia, ha llegado la hora de emplear la inteligencia y la tolerancia, porque el que se siente fuerte, suele estar propicio a prescindir de la prudencia.
El pueblo puede perdonar porque en él es innata la grandeza. Los hombres no solemos estar siempre a su altura moral, pero hay circunstancias en que el buen sentido ha de imponerse. La vida es lucha, renunciar a ésta es renunciar a la vida, pero, en momentos como los que en nuestra Patria se viven, esa lucha ha de realizarse dentro de una prudente realidad.
Agotemos primero los módulos pacíficos, que para la violencia siempre hay tiempo. Desde que todos somos argentinos, tratemos de arreglar nuestros pleitos en familia porque si no, serán los de afuera los beneficiarios.
Que seamos nosotros, los peronistas, los que sepamos dar el mejor ejemplo de cordura. Hasta pronto y un gran abrazo para todos".
Juan Domingo Perón
Esta carta fue publicada el 16 de noviembre de 1972 en la revista Mayoría
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